-¿Crees en el destino?-pregunto.
-Ahora sí-
Solo mes y medio bastaron para amarla, y ahora se iba sin retorno, el tiempo era eterno junto a ella, 33 años lo habían preparado para esos añorantes días, flotantes e inalcanzables ante todo los demás que había vivido, si es que había vivido alguna vez, la había añorado, sentido y extrañado sin conocerla, y ahora que partía, su cara no era de tristeza, porque 40 días de felicidad interminable, era más de lo que muchos tenían el privilegio en todo una vida.
-¿Me recordaras?-prosiguió.
-Por siempre, como si fuera ese primer día-le decía mirando sus profundos ojos.
Era un día lluvioso y solitario, de esos días en que prefieres andar solo y sin rumbo, inmerso en tus pensamientos, era justo lo que hacia él, como tenía planificado, y como hacia cada domingo, tenía las manos en los bolsillos y jugueteaba con unas pelusas. Esa tarde, las calles se encontraban desoladas y silenciosas, las sombras eran su única compañía junto al habitual transeúnte que pasaba tan sumergido como él, su mirada perdida solo estaba consiente para evitar obstáculos que estuvieran en su camino, habilidad que ya había dominado, pero su cerebro decidió no tomarla en cuenta, no esquivarla, sus ojos la ignoraron, sus oídos no la oyeron y su cuerpo no la sintió hasta que el impacto que lo despertó, ella cayo y ahí escucho su grito desesperado, vio la melena enredada que tapaba su rostro, andaba descalza y jadeaba mientras se aferraba a sus piernas, ella alzo la cabeza y esa fue la primera vez que vio sus ojos, sus profundos ojos.
-¿Me extrañaras?-
-Ya te extraño-vio sus labios rojos, los tomo con sus dedos y los acerco a los suyos.
Él no podía salir de su sorpresa al verla, parecía muy asustada, estaba harapienta y temblaba, solo repetía “auxilio”, la ayudo a parar y ya a la misma altura, lo vio y lo abrazo en un impulso, ahí se paralizo, nunca se había sentido cómodo con el contacto, no entendía esta sucesión de hechos tan inusual, fuera de su domingo habitual, “¿Estás en peligro?, ¿Qué paso?” le preguntó, ella no lo soltó, y por los siguientes días él a ella tampoco. Nunca supo porque huía esa tarde, tenía miedo de preguntar, se sentía culpable porque agradecía que eso los hubiera unido, hablaron tanto, pero nunca de su pasado, lo hipnotizaba cuando sonreía y lo tocaba de forma natural, sin miedo, no tenía hogar y la acobijo, en las noches gritaba entre pesadillas, él la tomaba fuerte y la calmaba, era tan inesperada e impredecible, siempre lo escuchaba, interminables horas en las que le contó toda su vida, como a nadie más, la amo en un instante, y así como llego entre sollozos dijo que tenía que partir.
-Hasta pronto…-dijo al alejarse, falsas palabras que lo hacían sentir mejor, estiro su brazo hasta lo insoportable, hasta que las yemas de sus dedos dejaron de tocarse, y sus ojos se dieran un último adiós.
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