22: Abre el primer libro que veas en la página 67. Escoge aleatoriamente una frase en la página y úsala como la primera oración de tu historia. Max dos cuartillas.
Un hombre y una mujer se cogían de los cabellos, los alaban, dolía, pero el dolor no importa cuando el deseo es la motivación que te mueve, la sangre hierbe, sus cuerpos deseaban entrelazarse y hacerse uno, mordidas, rasguños, conocían su anatomía, como un mapa exploraban la piel tensa, con la yema de sus dedos sentían su piel erizada, sudada, tibia, gemidos leves se escapaban de sus labios, ella mordía su oreja, el lamia su cuello, lo marcaba, lo besaba, de pronto la mujer se alejó.
-¿Cómo es tu nombre?-pregunto sin dejar de acariciarlo y tocar su espalda.
-¿Importa?-le dijo el mirándola directamente a los ojos, se quedó por unos segundos viéndolo, él seguía tocando sus piernas, acercándose más a su entrepierna, pero se alejaba en el momento justo, para destruir sus ilusiones solo para hacer el recorrido una vez más, la tentaba, apretaba sus muslos debajo de su falda, su respiración se aceleraba con cada movimiento de su brazo, era exactamente lo que buscaba, lo había encontrado así que ¿Qué importa si se llama Pablo o Adrián?, se abalanzo y lo siguió besando.
“Busco hombre con el cual tener una relación casual, sin compromisos, sin preguntas”, adjunto su foto y le dio enviar, se había sentido tan tonta al publicar aquel post, en una de esas páginas para buscar pareja, había buscado una foto en las que saliera más agraciada, que se viera su escote y que notaran que tenía una buena piel, sabía que no era fea, pero tampoco era la más hermosa, era una chica promedio y trabajaba con los recursos que poseía, no quería amor, solo necesitaba encontrar una forma de saciar sus deseos, no quería compromiso, no quería explicaciones ni momentos incomodos, solo hicieron falta dos minutos para conseguir lo que quería.
Le abrió la camisa de par en par, sin desabrocharla, siempre había querido hacer eso, este hombre tenía el pelo largo, barba, era delgado, la miraba con pasión, la deseaba tanto como necesitaba, la excitaba, ella lo tocaba y notaba que estaba igual, rasguño su pecho, el beso los suyos, los sentía con firmeza, quito su sostén con solo una mano y alzo su falda, la toco, la sintió húmeda, y la siguió tocando, con gentileza, subía su intensidad con cada movimiento, no podía contener sus gestos, los sonidos incrementaban en volumen, ¿Por qué contenerse?, abrió su correa y sintió su miembro.
“Nos vemos el sábado, 8:00pm, Plaza Salas” decía el correo, no había foto, ni más información, ella dudo al leer esto, pero si buscaba una aventura eso era justamente lo que estaba consiguiendo, y ahí estaba con el reloj marcando las 7:58pm, ella esperando ansiosa, no sabía ni que esperar, la plaza estaba desolada, era una zona roja, llena de criminales, había estacionado su auto no muy lejos de ahí, sentía la tentación de salir corriendo, el reloj marco las 8, no vio a nadie, dio media vuelta cuando, lo vio llegar, caminaba lento, seguro, con la camisa por fuera, y un look desaliñado que le resultaba atractivo, estaba preparada para recibir a un gordo grasoso, adicto a las computadoras que todavía viviera con su madre, esto era más que una grata sorpresa, se puso a su lado sin verla a los ojos.
-Sígueme-dijo, se volteó de nuevo, y regreso sobre sus pasos, ella se sentía nerviosa, pero a la vez emocionada, pensó en que hacer mientras él seguía caminando, no miraba hacia atrás, respiro profundo y lo siguió, se puso a su lado, el seguía sin mirarla-vamos cerca-entraron a un hotel y todo empezó.
Seguía estimulándola, con sus manos explotaban un sinfín de sensaciones inexplicables, en muchos sentidos era la primera vez que experimentaba tal placer, la puso frente a su rostro y este beso su labio inferior hasta sangrar, saboreo su sangre, de un empujón la acostó boca arriba, se bajó el pantalón y entro en ella, la lleno por dentro, lo hizo con fuerza, rápido, sentía que la reventaba, ella gritaba de placer, sus ojos se desorbitaban, rasguño toda su espalda, sus manos eran garras que se aferraban, eran uno, el mundo giraba en torno a ellos en ese momento, nadie había sentido nada tan intenso, irrepetible e inigualable, explotaron al unísono, sintió su semilla dentro y la recibía sin miramientos, quería seguir sintiéndolo, pero él la beso por última vez, subió sus pantalones y sin decir palabra se fue.
Con el pasar de los días y las semanas, el recuerdo se vuelve más improbable, ilusorio, irreal, nunca se había sentido tan viva, y no había forma de demostrar que alguna vez lo había conocido, le había proporcionado exactamente lo que buscaba, era un ser enviado para cumplir sus deseos más primitivos y banales. “Busco hombre con el cual tener una relación casual, sin compromisos, sin preguntas” escribe ella todas las noches, nunca más le volvió a ver.
Libro: El nombre de la rosa - Umberto Eco.
0 comentarios:
Publicar un comentario