Una melodía pausada, cerraba los ojos y dejaba su cuerpo en piloto automático, los audífonos lo aislaban, solo escuchaba el piano, la línea de cuerdas sonar, era un soneto melancólico, lento, hipnotizaste, mientras sus manos se movían en cámara lenta, al ritmo del sonido como si flotaran en el aire y sus brazos fueran una extensión de la composición, era poético como su labor y la música se complementaban, no necesitaba los ojos para poder cumplir con su trabajo, solo ser consciente de su entorno, y la música lo conectaba, sabia el lugar y la disposición de todos sus utensilios, estaba haciendo arte.
-¡Fernando!-escucho detrás de él mientras le quitaban los audífonos, volvía a la realidad, al caos-¿¡otra vez tú con eso de la música!?, sabes que pierdes mucho tiempo-vociferaba su supervisor, Fernando solo asentía con la cabeza y no dejaba que los sonidos salieran de su mente, inventaba notas que sabía que encajarían perfectamente a continuación.
-Lo siento señor Rodríguez, no volverá a pasar-se excusó, su mente estaba imaginando acordes intocables, hermosos.
-eres talentoso hijo pero necesito que prestes atención-dijo el señor Rodríguez dándole unas palmadas en la espalda.
-Ya me pongo al día señor-se disculpó.
-Esto se ve increíble muchacho, apúrate-dio media vuelta y se fue.
Fernando no podía vivir sin sus audífonos, realmente no podía hacer ninguna acción si no tenía música a su alrededor, si las notas no se mezclaban en su oído y su vida no tenía banda sonora, se los coloco de nuevo, tapo como pudo sus orejas con el gorro y movió su brazo, flotaba en el mar, eran impulsos que no podía contener, sus movimientos no eran dictados por su cerebro, eran una respuesta física e involuntaria a los sonidos, estaba aislado en un desierto, solo así veía la belleza del mundo, los violes, violas, cellos y contrabajos se mezclaban perfecta y armoniosamente en su mente, su piel se erizaba ante los acordes e intervalos impredecibles, ante sus ojos se mostraban las partituras y de forma instantánea las notas que escuchaba se plasmaban, escuchaba variaciones y formas de mejorar composiciones clásicas; cuando los instrumentos estaban desafinados, aunque fuera por un rango mínimo e imperceptible, él lo notaba, hacía que arrugara la cara, sus manos entre ademanes, ordenaban y armaban su obra.
Vio una orquesta completa a su disposición, todos tocaban el LA mientras afinaban sus instrumentos, él estaba al frente de ellos con batuta en mano, sus pies marcaban el ritmo y comenzó, la sinfonía que había imaginado a los 8 años, todavía revoloteaba su mente, la única que la había escuchado, solo la oía en ensoñaciones, anhelaba ser escuchado.
-Están esperando-el señor Rodríguez se había posicionado de nuevo a su espalda, lo punzaba con su dedo índice, él no lo había notado, se quitó los audífonos y la orquesta desapareció en una ráfaga de polvo.
-Aquí esta señor-volteo y le entrego el plato.
-Se ve muy bien, ahora has una doble con extra de tocineta-ordeno, Fernando suspiro y siguió cocinando.
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