-Pásamelo-dijo extendiendo la mano.
W. estaba sentado en el piso, veía a su alrededor pero no reconocía los rostros que lo acompañaban, sus movimientos eran lentos, había perdido la noción del tiempo hace unos minutos o ¿eran horas?
-Toma-le dijo una voz que no cuadraba con la cara que veía, pero pertenecía a T., la mano de este temblaba-¡tómalo rápido!-exclamo exaltado, pero su cuerpo no reaccionaba tan rápido como quería, W. tomo un cigarro largo y lo puso en su boca, lo encendió e inhalo fuerte, siento el humo pasar por su garganta hasta sus pulmones, espeso, con un sabor delicioso, se contuvo y lo exhalo, ¿Cuánto tiempo podía mantenerse en ese estado?, sentía ansias de hacer ejercicio.
T. estaba saltando por todo el lugar, él siempre se encontraba en ese estado, cada vez que W. lo veía, temía lo que pudiera hacer, saltaba de un lugar a otro, asegurando: “¡lo mejor que tengo, es que no hay nadie como yo!”, junto a él, siempre estaba R. un muchacho joven, que se nota trata de imitar todos los ademanes de T. de forma torpe trata de moverse como este, con resultados poco memorables, a W. le gustaba pasar tiempo con R. era mucho más calmado y si lo entendía, le podía seguir el paso, aunque en este momento, no podía seguirle el paso a nadie, se tocó la cabeza repetidas veces diciendo “piensa, piensa, piensa” necesitaba reaccionar, sus pensamientos estaban demasiado dispersos.
W. se levantó, necesitaba caminar, y estirar sus piernas, ¿Cuántos días habían pasado desde que se encerró con estas personas que ni conocía el nombre? Decían que era mejor mantenerse en el anonimato, que su amistad no existía fuera de esas cuatro paredes, a W. le había parecido muy extraño esto pero lo había aceptado, quería sentirse bien, y esta gente le proporcionaba los medios para hacerlo, cada quien en su cabeza buscaba lo mismo que él.
P. entro corriendo y se fue a un rincón, toco su nariz e inhalo, temblaba más que nadie, se sentó y tomo sus piernas, puso su cabeza adentro de ellas, W. salió corriendo hacia él, P. era el único amigo que tenía fuera de la habitación, había entrado junto a él, y ya no había forma de salir, estaban atrapados sin cadenas, amarrados por algo más fuerte.
-¿pasa algo?-pregunto W. preocupado.
-Tenemos que irnos, tenemos que irnos, esto es una mala idea-P. repetía esa frase constantemente, cada vez que iban a la habitación era la misma historia, no se la estaba diciendo a W. las estaba diciendo al aire, eso no evitaba que W. entrara y P. lo seguía, ahora que lo pensaba P. era su R. personal, “¿será que yo llegare en algún momento a estar como T.?” se preguntaba, y se atemorizaba por la posible respuesta. Tomo la mano de P. y la sustancia blanca que en esta estaba, inhalo sin miramientos, sintió por todo su organismo un golpe su rostro se elevó, vio el techo, la luz amarilla se tambaleaba, se agito y caminando hacia atrás se tropezó con B. estaba dormido en el suelo, con el golpe se despertó y se paró de forma lenta y perezosa.
-¿Dónde está mi correa?-dijo con los ojos cerrados B. se quedaba dormido en todos los lugares, entraba a la habitación y para él, todo el lugar era una cama. Todos ignoraron su pregunta, la puerta se estaba abriendo W. volteo su rostro con rapidez hacia la puerta y entro CR. el líder del grupo, que los había unido en ese lugar y proporcionado en la habitación, el no consumía nada, solo la proporcionaba.
-Suficiente, nos vemos el otro fin de semana-dijo y cerró la puerta de un golpe.
W. tomo del brazo a P. que seguía inmerso en su frase y temor, paso el umbral de la puerta y se vio en una avenida desolada, asumía que era mitad de la noche, no sabía cómo irse a casa, no sabía que día era, no sabía dónde estaba, solo pensaba “¿en donde puedo conseguir miel?”.
Cuento: Winnie The Pooh
0 comentarios:
Publicar un comentario