Ella se acercó y le dio un beso. Lo vio con incertidumbre, no sabía cómo lo tomaría, pero eran las circunstancias perfectas e idóneas, estaban los dos solos, quizás unos tragos abrían hecho que el momento fuera más fluido, pero ya se había lanzado, lo miraba a la espera de una respuesta, el entre sus rasgos marcados solo mostraba sorpresa, se perdía en sus ojos, fueron unos segundos que la hacían temblar, tenía miedo de su reacción, pero él se acercó lentamente y también la beso, se sintió extasiada, por mucho tiempo había fantaseado con ese momento, lo veía imposible, inalcanzable, y ahí estaba, desarrollándose los sucesos frente a sus ojos, sus pupilas se dilataron y su corazón palpito con furia, lo tomo de la espalda, y se lanzó apasionadamente, en un beso interminable, no había vuelta atrás, no quería regresar.
Lo empujo, la libido la dominaba, era el momento que los dos habían anhelado por meses, lo presentía, ya era una sensación incontrolable la que sentía, lo besaba con fuerza, tocaba su cabello y su cuello, rasguñaba su espalda, su morena piel, quería marcarlo, que hubieran pruebas que demostraran que no estaba teniendo un sueño, marcas que serían su íntimo secreto, él tocaba todo su cuerpo y la desnudaba con la yema de los dedos, sus ojos se encontraban entre besos y caricias, se conectaban y se sentían culpables, ya era tarde para arrepentimientos, tomo su franela y comenzó a desnudarlo, a ver su cuerpo.
El sofá no podía contenerlos, sentía un ligero temor, una paranoia de que alguien saliera y los descubriera, eso la excitaba, pero no quería ser interrumpida, el abrió su brassier, y beso sus pechos, los mordió con gentileza, ella solo emitía pequeños sonidos mientras cerraba los ojos y se dejaba llevar por su cuerpo, trataba de predecir sus movimientos pero él la sorprendía, corrieron al cuarto y se encerraron, por la ventana entraba la luz de la luna y marcaba su cuerpo, las gotas de sudor bajaban por sus hombros mientras se iban los pantalones y se veían desnudos, la piel se rosaba y el vello se erizaba, estaban en su punto, él se acercó y se unieron, lo sintió adentro, firme, los sonidos de ambos se coordinaron, sus ritmos se alinearon, no podía contener el placer que sentía, lo miraba directo a los ojos y le trasmitía todo lo que su cuerpo experimentaba, él la miraba y le mostraba lo mismo, eran uno, momento que estaba destinado a suceder desde que se conocieron, o de eso quería ella convencerse, los obstáculos habían sido derribados, las promesas rotas, y las traiciones puestas a flote, solo por un segundo paso por su mente él que dormía, al que le había dicho tantas veces te amo, y en un momento de distracción se preguntó “¿Qué estará haciendo?” para luego repetirse a si misma “nunca se enterara” y dejarse sumir por el placer que invadió todo su cuerpo. La carne había hablado.
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