1
Día del impacto, me siento aturdido, toda la noche sentí temblar el techo sobre mi cabeza, ¿cómo dormir con tanta incertidumbre?, solo podía mirar hacia arriba y esperar por lo mejor, la arena se colaba entre las hendiduras del metal, “resistirá, ésta diseñado para resistir” me repetía mientras gotas de sudor bajaban por mi frente, y mis ojos no se distraían de la vibración, me encontraba en una esquina, el lugar más seguro en una construcción según leí, los minutos se volvían horas, en lo que fue la noche más larga de mi vida.
2
Es curioso que cuando el ruido se vuelve rutinario, una constante con la misma resonancia, los detalles invaden, empiezas a notar los sonidos más particulares, mis oídos se agudizaban, o ¿era solo delirios?, escuche el techo que cada tanto cedía un centímetro más, las cucarachas y ratas que pasaban por mi lado, pero no lograba verlas, maldición, quería verlas, notar si estaban tan asustadas como yo, pero mis ojos estaban desconectados y lentos, mis músculos comenzaban a doler, pedían estirarse, permanecí en la misma posición por horas, por el día entero, dominado por el miedo.
3
Mi cuerpo ya no respondía, “vamos muévete pierna” pensé mientras la masajeaba con mis ásperas manos, sucias por las caídas que sufrí para llegar hasta aquí, me pare sin fuerzas, necesito comer algo, lo que sea, ahí estaba el estante al frente, lleno de enlatados y agua, preparados para esta situación, el camino se me hizo eterno en lo que eran solo unos metros, el techo había dejado de vibrar, llegue a las manijas del estante y estaba trancado, revise mis bolsillos con la estúpida esperanza de que ahí estuvieran las llaves.
4
Dormir era lo único que me permitía mitigar el hambre, pero el hambre no me dejaba dormir, ironía cruel que me castigaba, estaba apoyado al estante metálico, añorando un milagro, lo golpee tantas veces que mi puño sangraba, pero no sentía dolor, solo hambre, mi estómago era devorado por dentro entre punzadas y un vacío interminable, poco a poco, el ruido bajaba, hasta cesar por completo, por fin la calma llegaba, cosa que al principio pensé que sería muchísimo mejor, no podía estar tan equivocado.
5
Primero fueron los papeles que había en mi cartera, luego los cordones de mis zapatos, y ahora estaba con la franela que minutos atrás tenia puesta, que manjar tan delicioso para mi paladar, y no estoy siendo sarcástico, ahora mis heridas estaban expuestas, las había olvidado totalmente, los rasguños ya comenzaban a cicatrizar, pero mis ojos apenas empezaban a llorar, este fue el exacto momento que acepte mi situación, las lágrimas no cesaban, eran interminables y me sentía humillados tratando de beberlas para hidratarme un poco.. ¡PAM!, un sonido seco hizo que me paralizara, “sigamos” escuche, alguien hablo.
6
Era gruesa, áspera, potente y hablaba con seguridad, era la voz de una mujer, “sígueme”, nunca había analizado tanto una palabra, se repetía por mi mente incontable de veces, eso solo significaba que no estaba solo, que habían más como yo, al menos dos, pero ¿Quiénes eran?, saque energías de donde no existían, y tome el revolver que desde que entre al refugio aguardaba caliente en mi bolsillo, no sé con qué me conseguiría, pero era mejor estar preparado, el mundo no estaba perdido, pero talvez si yo.
7
No sé qué esperar del exterior, lo deje entre desesperación, gritos y destrucción, corrí como nunca lo había hecho y sin importarme nada, entre al refugio sin dudar, costara lo que costara, rápidamente me encerré y ahora solo siento miedo, pospongo el momento de salir, de explorar, buscar una manera de sobrevivir. Subo las escaleras lentamente, cada paso es más pesado, tomo el cerrojo frio, con mis manos temblorosas, abro y salgo, veo un paisaje desértico, y sus cuerpos, recuerdo como dijeron: “no hay espacio para ti” y sus rostros sin vida cuando intentaron rasguñarme y jale el gatillo.
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