-Así que puedo decir con toda seguridad que….-
-Hey-interrumpió Eduardo-¿puedes parar y comenzar de nuevo?-se bajó los lentes y le guiño el ojo.
-Ok-dijo la chica nerviosa.
¿Cómo se llamaba?, era lo que pensaba mientras ella comenzaba a repetir sus palabras vacías y sin sentido, ¿cuantos más como esta tenía que aguantar?, tontillos que creían que hacían algo trascendental, esto era obstinante, perder su valioso tiempo, en cosas sin valor alguno, gentuza desubicada, solo había hecho que repitiera su estúpido discurso para poder distraer su mente antes de que pasara el siguiente.
-Creo que estoy lo suficientemente calificada….-fue interrumpida de nuevo por una seña de Eduardo, sin ver su rostro le hizo ademan para que saliera de la oficina.
-¿Siguiente?-pregunto con fastidio, presionando un botón en el intercomunicador.
-En camino-respondió la voz de la recepcionista.
Eduardo estaba desparramado por su silla, con lentes oscuros y un café negro en mano, vio de reojo al muchacho que entro, un tipo pequeño de cabello churco-no busco judíos, siguiente-dijo sin dedicarle más segundos, ni el curriculum más grande podía mantener en popa el peinado de este tipo.
-Ya sabes que hacer-soltó el botón del comunicador y dio vueltas en su silla viendo el techo, el ventilador giraba lentamente y el ventanal a su espalda iluminaba toda la oficina, el techo era alto y su escritorio amplio se encontraba vacío. Pasó una mujer bajita, gorda, de piel morena, con lentes de fórmula, unos zapatos bajos y una falda larga, daba zancadas mientras caminaba, se sentó en la silla y extendió su mano en forma de saludo.
-Soy Daniela Chacón-se presentó.
-¿Te dije que te sentaras?-pregunto viéndola de arriba abajo sin darle la mano, ya sabía que no obtendría el puesto, pero quería ver que decía esta.
-Lo siento señor-se iba a parar.
-No, no, quédate sentada-dijo de forma relajada-así que dime ¿Por qué quieres este empleo?-
-Bueno, considero que esta empresa, es una excelente oportunidad-se explico.
-Detente, te pregunte ¿por qué quieres este empleo?-
-ok, este-se notaba que estaba ordenando sus ideas-es una gran vacante y creo que mis habilidades se adaptan perfectamente a lo que están buscando-argumento la mujer.
-creo que no entiendes mi pregunta, la repetiré lentamente-Eduardo se quitó los lentes, los puso sobre el escritorio, acerco su rostro al de Daniela y gesticulando exageradamente-¿Por-qué qui-e-res es-te em-ple-o?-ella se hecho un poco hacia atrás.
-Como le venía diciendo, cuando leí la oferta de trabajo-él la cayo con un gesto despreocupado de su mano y se acercó más a su rostro.
-Si-gui-en-te-ella salió corriendo, la poca gracia que aún poseía se desvaneció cuando estallo en lágrimas, Eduardo se distrajo fácilmente, moviendo sus dedos, ya había olvidado el rostro de la mujer que había estampado la puerta contra el marco al salir en sollozos, su oficina permaneció vacía unos dos minutos, gloriosos dos minutos, entro otro aspirante.
Paso una mujer alta, con unos tacones rojos, como le encantaban los tacones, un vestido gris pegado, el cabello marrón, y la piel muy blanca, de inmediato se acomodó en su silla.
-Nombre-
-Patricia Álvarez-la mujer tomo asiento sin que se lo pidiera, pero no demostraba inseguridad, estaba muy derecha y lo veía directo a los ojos, bien.
-Cuéntame Patricia, ¿eres la mujer indica para trabajar en Representaciones Estrada?-inquirió.
-No quiero el puesto-respondió decidida.
-¿Ah no?, entonces… ¿por qué estás aquí?-ya lo había intrigado.
-Para encargarme de ti-la mujer se paró rápidamente del asiento, tenía un pañuelo en la mano y lo puso en la boca de Eduardo, este forcejeo sin éxito, veía como el ventilador de su techo giraba cada vez más lento, se iba multiplicando, vio a la mujer, sus ojos se desorbitaban, la habitación se oscureció totalmente, perdió todas las fuerzas.
Despertó, se sentía desorientado, abrió los ojos con pesar, le pesaban los parpados, le dolía la cabeza, todo su cuerpo estaba entumecido y empapado, tenía mucho frío, estaba sentado, trato de pararse, pero tenía sus piernas y brazos atados.
-¿Dónde estoy? ¡AYUDA!-grito desesperado, entro un hombre todo vestido de negro, con una capucha que cubría su rostro, tenía unas tijeras de jardinero en una mano, se acercó a él y lo golpeo con muchísima fuerza el rostro, quedo aturdido, escupió sangre-¿Quién demonios eres?-.
-Soy todos, con 10 años tratando a las personas así, me sorprende que esta sea la primera vez que pasa esto-le dio otro golpe, las lágrimas bajaban por el rostro de Eduardo, tenia miedo, el hombre con precisión y rapidez coloco las tijeras alrededor del dedo meñique de su mano izquierda y sin dudar cerro con fuerza.
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