24: El personaje se despierta con una llave agarrada firmemente a su mano. Escribe como llego a tener esa llave y que abre. Max. dos cuartillas.
De un golpe subió su torso, despertaba agitado, suspiraba rápido, abrió los ojos con fuerza, la luz lo cegaba, veía los diamantes, se desvanecían, sentía el calor del sol en su piel, era tibio, tenía la franela mojada, llena de sudor y tierra, su respiración era acelerada, no había dormido bien, todo su cuerpo se sentía tieso, le dolía la espalda, su mano estaba entumecida, estiro cada uno de sus dedos con dolor, lentamente, no quería ver el interior de su mano, pero ya sentía su forma, el frío metal que marcaba su palma, los dientes que le sacaban sangre, abrió su mano por completo, y ahí estaba una pequeña llave, no había despertado, seguía en una pesadilla.
Vio con detenimiento la llave, tenía una inscripción que decía “Rojas” en letras negras, su mano seguía entumecida, se paró rápidamente y se pegó contra la pared, había pasado la noche en un callejón, sentía que era el único lugar seguro, donde no lo buscarían, pero igual había mantenido sus ojos abiertos lo más que pudo, el sueño lo había vencido, pero su cuerpo no lo había traicionado, se había aferrado tanto a la llave que la sentía una extensión de su ser, un dedo extra, la acerco a su rostro, no era seguro cargarla de esa forma, en cualquier momento podían aparecer y ese pequeño trozo de metal era su único seguro de vida, respiro profundo, la guardo en su bolsillo y salió corriendo.
-Dame el cofre-le había dicho su compañero apuntándolo con un arma, apenas salió de la casa, estaba agitado, había logrado con maestría y habilidad burlar la seguridad, pero su alegría por haber logrado entrar sin ser detectado se desvaneció de su rostro.
-No tienes que apuntarme-le dijo confundido, no entendía nada de lo que estaba sucediendo, así no estaba planeado.
-Hiciste lo que tenías que hacer, ahora dame la caja-dijo sin titubear su compañero.
-Se supone que la mitad es mío-le dijo molesto.
-Veras, yo tengo el arma y tú no, las cosas son muy sencillas, tu pago, es tu vida, ahora dame la caja, o te mato y me das la caja, es ganancia para todos-decía de forma cínica e irónica, se burlaba en su cara.
-¡Yo estoy haciendo todo el maldito trabajo!-estaba furico, ¿cómo podía traicionarlo?, había suficiente botín para ambos, cientos de diamantes, para que este patán quisiera ser más inteligente que él.
-Ultima vez-presiono lentamente el gatillo-dámela-él se acercó sin más remedio, frustrado, temblando, su rostro estaba rojo, apretaba los dientes tan fuerte que sentía que se quebrarían, miraba a su “amigo” directamente a los ojos, al estar a unos metros le lanzo con fuerza la caja, este se tambaleo y él salió corriendo, corrió lo más rápido que pudo, con todas sus fuerzas, si él no tenía la mitad de esos diamantes, ese imbécil no tendría ni una, lo había traicionado, la avaricia hacia que todos perdieran, su mano era un puño como una roca, en su interior un pequeño trozo de metal, la clave del asalto.
No podía ir a su casa, no podía ir a la policía, y el único “amigo” al que podía recurrir lo había apuntado con un arma de fuego la noche anterior, el día no era un buen momento para ser un fugitivo, estaba sucio, olía mal, y su rostro no reflejaba más que desesperación, dejo de correr y entro a un centro comercial, a mezclarse con la gente, en su mente solo estaba el brillo de esas piedras preciosas, quería verlas, tocarlas, estaba inmerso en esa idea cuando sintió en su bolsillo un movimiento, que crecía en potencia, ¿Cómo podía haber olvidado el celular?, vibraba y vibraba sin cesar, lo saco de su bolsillo y vio que era un número desconocido el que lo solicitaba, contesto.
-¿Dónde estás?-era el imbécil, se vio tentado a colgarle, pero no tenía muchas opciones, debía jugar bien sus cartas.
-¿Me darás la mitad de los diamantes?-preguntó.
-Te voy a decir lo que está sucediendo aquí, no, no digas palabras, cállate y escucha con atención, yo tengo todos los diamantes, eventualmente abriré la caja, es solo cuestión de tiempo, tu, por otro lado, no tienes nada, una llave que dejara de valer para mí y para el resto del mundo en unos días, me la das ahora y vives o te persigo por siempre-su tono era muy cínico, siempre había hablado así, era un hombre sarcástico, pero nunca con él, se aprovechaba de los demás hablándoles de esa forma, era la primera vez que lo sentía en carne propia, ya había conseguido lo que quería, no lo necesitaba, más que por ese pequeño pedazo de metal. Las amenazas sonaban reales y palpables en su voz, medito unos segundos, no había escapatoria.
-¿A dónde voy?-
Llego al lugar acordado, era un galpón desolado a las afueras de la ciudad, camino lento, entro y ahí estaba, solo, sentado en un rincón con el arma en la mano.
-¡Hola!-le dijo sonriente, agitando el arma.
-Hola-le dijo con cara larga, le molestaba que demostrara tanta seguridad, sabía que había ganado y se lo restregaba, se sentía derrotado, ¿Qué podía hacer?
-Bien, dame la llave y te vas-ordenó, cambiando totalmente su tono de voz, su cara se puso seria, parecía que había envejecido unos 5 años en un segundo.
-Aquí está la llave-la saco de su bolsillo, la subió y se la trago, el metal era rígido, paso por su garganta a duras penas, dejando su sabor impregnado, esa sensación no se borraría de su boca, la sentía bajar por su organismo, lo rasgaba, pero lo hacía sentir a salvo, había movido sus fichas y se había adelantado, su acompañante se levantó rápidamente y lo apunto de inmediato, su cara reflejaba molestia, rabia pura.
-¿Dónde crees que estamos?, ¿crees que esto es una película o algo parecido?, viniste aquí con una pequeña esperanza de poder salir vivo, ahora con la llave adentro tuyo, firmaste tu muerte, ¿esta era tu jugado maestra? puedo abrirte idiota-sin dudar presiono el gatillo y lo impacto en el pecho, cayó como un saco, sentía un dolor intenso, que se esparcía por todo su cuerpo, en su boca se combinaban el sabor a sangre y metal, su pecho se manchaba de rojo, perdía el conocimiento, sus ojos brillaban por fin pudo ver los diamantes.