Mi padre es nativo de una pequeña población del Táchira llamada Seboruco, su niñez la paso en La Loma, un sector ubicado en una montaña a los alrededores del pueblo, actualmente a unos 15 minutos en carro más una subida de 1 hora a pie entre la montaña (no llegan carros), en la juventud de mi padre el tramo que se pasa en carro no existía por lo que lo aislado del lugar era aún mayor. Mi papá me cuenta que de adolescente caminaba todos los días este mismo trayecto para ir a Seboruco y estudiar y regresaba cada noche luego de historias y chicas en la plaza, solo con la luz de la luna, sus primos y hermanos como compañía, por lo que la imaginación no me da para pensar en las sensaciones que pasan por su ser, mientras recuerda anécdotas de su juventud, momentos y lugares que se encontraban ahogados y solo el lugar común los trae a flote.
Conocido como el lugar de donde surgió la familia Moreno Ramírez, nunca había tenido la oportunidad de subir a esta casa, perdida en el tiempo, en un limbo donde la vida es menos complicada, más larga y más sencilla; aquí el aire es puro, sin ruidos citadinos y con una tranquilidad que no se si estoy preparado para experimentar por mucho tiempo, definitivamente es otro mundo, aislado de los acontecimientos y la vida que lo rodean.
La muerte de mi tía Carmen genero una reunión familiar inesperada, de numerosos lugares del estado se reunieron familiares y amigos, para subir esta cuesta que lleva al hogar natal de mi padre, la que fue la residencia de mi tía toda su vida y donde concibió una familia junto a su esposo Francisco, todos reunidos para una misa y darle un último y merecido adiós.